Qué significa disciplina

Este artículo fue traducido y adaptado culturalmente por Patricia Pedraza, Dr. Javiera Monardez Popelka y Dr. Maria Veronica Svetaz.

La disciplina significa enseñar, no castigar ni controlar

Una de las tareas más importantes que tenemos los padres y madres es convertir a nuestros adolescentes en adultos preparados para prosperar en un mundo lleno de reglas y expectativas. ¿Cómo se logra? Mediante la disciplina.

La crianza implica convertir a un pequeño ser humano centrado en sus propias necesidades y placer inmediato en una persona que seguirá las reglas y estará preparada para convivir en un mundo que incluye a muchas otras personas, cada una con sus propias necesidades. Más que simplemente coexistir, queremos que nuestros jóvenes se conviertan en personas respetuosas que, a su vez, se ganen el respeto de los demás. Queremos que tengan éxito, y eso significa que deben comportarse bien en la escuela y en donde se desempeñen más adelante.

Para comprender la mejor manera de disciplinar de manera efectiva, es útil comprender la palabra disciplina en sí misma. Comparte la raíz con la palabra “discípulo”. Significa enseñar o guiar. No significa controlar o castigar. Puede optar por llevarla incluso un paso más allá. De acuerdo con la palabra “discípulo”, disciplina podría interpretarse como “enseñar” o “guiar” de una manera amorosa.

Comprendiendo la disciplina

La disciplina debe moldear la conducta, no imponer control. De hecho, si durante la niñez se recibe disciplina en forma de control, a menudo, durante la adolescencia, hay rebelión. Piense en cómo terminaron los adolescentes que se criaron con un estilo autoritario: “Harás lo que te diga. ¿Por qué? Porque lo digo yo”. Se portan muy bien… hasta que dejan de portarse bien. Numerosos estudios científicos revelan que los jóvenes criados bajo un estilo autoritario (muchas reglas, poca calidez) tienen altos niveles de conductas de riesgo. Son obedientes cuando son pequeños, pero no cuando llegan a la adolescencia. Cuando la disciplina se vive como “control” puede resultar contraproducente, porque las personas solo toleran que las controlen por un tiempo limitado. Además, suelen convertirse en adultos más dependientes y que tienen mayor dificultad para resolver sus problemas solos. 

Cuando la disciplina se siente como un castigo, no lleva a la reflexión y al crecimiento que hacen que las lecciones sean duraderas. Esto no debe malinterpretarse: las conductas inaceptables deben tener consecuencias. Debe haber consecuencias claras, que tengan sentido para el adolescente: “Hice esto. Por lo tanto, perdí este privilegio”. En un nivel más profundo, consciente o no, queremos que nuestros jóvenes establezcan una conexión aún más clara entre sus decisiones y las consecuencias que éstas traen “La consecuencia de mi acción tiene sentido porque el privilegio que perdí está relacionado con lo que hice”. Por ejemplo, si su adolescente llega treinta minutos después de la hora indicada y la consecuencia es que pierde un videojuego o el teléfono, no existe una conexión lógica. Sin embargo, si tiene una conexión el que la consecuencia sea que la próxima vez que salga se adelantará una hora el momento en que tiene que volver a casa. Si a un joven le va mal en un examen porque no estudió, no tiene sentido imponer un castigo. Tiene sentido asegurarse de que debe estar en casa a tiempo para hacer su tarea y que no puede jugar videojuegos o conectarse a las redes sociales hasta que haya terminado todo su trabajo. Además, tiene sentido que estas reglas se mantengan firmes hasta que demuestre que su rendimiento escolar mejora.

¿Cómo se habría sentido ese joven si le hubiesen dado el castigo de no poder salir? Justamente, como un castigo, como víctima de una injusticia. Cuando un jóven se siente como una víctima y no existe una conexión lógica entre su acción y la consecuencia, queda con mucho enojo, que no le permite comprender e interiorizar la lección que intentamos darle.

Ofrecer amor y reglas

Los padres y madres que tienen un estilo de crianza equilibrado, donde balancean el entregar amor y establecer reglas, crían a adolescentes  con mejores logros académicos, mejor salud emocional y mental y menos participación en conductas de riesgo.

Los padres y madres de estilo equilibrado comunican dos pensamientos clave:

  1. “Te amo y voy a dejar que aprendas muchas lecciones por tu cuenta. Eso implicará que cometerás tus propios errores. Sin embargo, cuando tenga que ver con tu seguridad o con los valores de nuestra familia harás lo que yo diga”.
  2. “Mi objetivo es que te conviertas en una persona independiente. Sé que eso significa darte más y más privilegios cuando puedas manejarlos. Y también que tendrás esos privilegios cuando te los ganes. Hasta que no estés listo para manejar más libertades, no las tendrás. Si demuestras que no puedes manejar un privilegio que ya tienes, me veré obligado a quitártelo hasta que vuelvas a demostrar que eres lo suficientemente responsable como para manejarlo”.

¿Quién tiene el control? Su adolescente. Él está a cargo precisamente de qué privilegios gana demostrando responsabilidades. Intente darle el control y se sorprenderá de cuánto aprenden sus adolescentes cuando entienden que ellos están a cargo. Un joven aprende si vive en un entorno donde existe buena disciplina, buena guía.

Conviértase en el COACH de su adolescente

Para convertirse en un guía durante la adolescencia, los padres y madres tienen que modificar su estilo. Es un estilo de crianza distinto al que ejercía cuando su adolescente pasaba por la niñez. La forma más fácil de describir este tipo de crianza es pensando que debe transformarse en el COACH, en el entrenador de sus adolescentes. Un coach guía, ayuda a reflexionar, resalta las destrezas de los integrantes de su equipo, y los prepara para enfrentar desafíos y para triunfar. Un buen coach capitaliza en los pequeños logros, los celebra. Un buen coach identifica cuando un joven está a punto de aprender a hacer bien cierta jugada. Es lo que algunos padres y madres llaman un “casi-casi”. Un buen coach se da cuenta cuando su jugador está a punto de lograr conquistar una determinada destreza y lo resalta! Usa lo que a otros le hubiera parecido un fracaso “uf, se lo perdió! casi metió un gol, pero pegó en el palo!”, como punto para celebrar y resaltar “ ¡Casi metiste un gol! ¡casi casi! ¡El próximo va adentro!” Lo mismo pasa en el día a día cuando los padres y madres guían a sus adolescentes. Y para darles una idea más clara de lo que significa, creamos un recordatorio con la palabra COACH:

Cree confianza en sí mismos

Obsérvelos en acción

Aconséjelos

Calmadamente déjelos “jugar” (o sea, experimentar con nuevas responsabilidades y privilegios lejos de usted)

Haga un espacio en su día para que puedan reflexionar sobre esas nuevas experiencias juntos

Al actuar como entrenadores de sus adolescentes, los padres y madres pueden enfocarse en guiarlos hacia la independencia, creando oportunidades que les preparen para los desafíos de convertirse en adultos. Al mismo tiempo, los padres y madres pueden ver las cosas desde una perspectiva diferente. Al preguntarse, “¿Cómo reaccionaría yo si fuera el entrenador de mi adolescente en lugar de su padre?”, puede ser más objetivo separando un poco la personalización en que uno cae al tratar de interpretar lo que su joven ha hecho. Uno logra alejarse (un poco!) emocionalmente y ver lo que ha pasado con otra perspectiva, y así no tomarlo en forma personal. No lo hacen a propósito, no es en contra nuestra, están creciendo, su cerebro está en plena transformación y están tratando de tomar las decisiones lo mejor que pueden!

About Ken Ginsburg

Ken Ginsburg, MD, MSEd, is Founding Director of CPTC and Professor of Pediatrics at Children's Hospital of Philadelphia. He travels the world speaking to parent, professional, and youth audiences and is the author of 5 award-winning parenting books including a multimedia professional toolkit on “Reaching Teens.” CPTC follows his strength-based philosophy and resilience-building model. For more on Dr. Ginsburg visit www.fosteringresilience.com.

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