Estableciendo conexiones saludables con familiares y otros adultos importantes en su vida

Este artículo fue traducido y adaptado culturalmente por Patricia Pedraza, Dr. Javiera Monardez Popelka y Dr. Maria Veronica Svetaz.
La adolescencia es una época de desarrollo rápido que solo puede compararse con los primeros años de vida. Durante esta etapa, nuestros adolescentes atraviesan tantos cambios emocionales y físicos que es fácil que se sientan inseguros. Sin embargo, los lazos duraderos que tienen con amistades y familiares forman el círculo de seguridad que necesitan para convertirse en la mejor versión de sí mismos, es decir, adultos exitosos.
La fuerza más protectora en la vida de nuestros adolescentes es la conexión que tienen con la familia; está comprobado por los expertos y basta con ver nuestras experiencias en la vida real. Los lazos familiares son cruciales, pero los jóvenes también se benefician de vínculos con múltiples esferas sociales. Eso incluye relaciones con adultos influyentes en sus escuelas, programas extracurriculares, comunidades y organizaciones religiosas. Cuantas más conexiones saludables tengan, mejor.
La conexión humana y la capacidad de superar las cosas junto con otras personas nos permiten recuperarnos de los tiempos difíciles. Los lazos sólidos nos permiten ser vulnerables, porque sabemos que podemos recurrir a otras personas que realmente se preocupan por nosotros. Nosotros haríamos lo mismo por ellos si es que y cuando nos necesitaran.
La conexión también nos permite celebrar más plenamente los momentos felices. A los adolescentes esto les abre la posibilidad a probar cosas nuevas y estar expuestos a oportunidades que desarrollarán sus habilidades y aumentarán su confianza. Cuando nuestros adolescentes establezcan muchos lazos saludables, continuarán buscando otras relaciones semejantes a lo largo de sus vidas y construirán sus propias familias fuertes. La conexión es uno de los ocho elementos críticos para desarrollar la resiliencia en nuestros jóvenes.
Los 8 componentes de la resiliencia
Existen ocho componentes de la resiliencia. Estos son:
- Conexión
- Habilidades de adaptación
- Confianza en sí mismo
- El ser competente
- Sentido de contribución
- Carácter
- Autocontrol
- Conciencia crítica
Estos elementos esenciales para el desarrollo positivo de la juventud brindan a los padres un modelo sobre cómo criar preadolescentes (9 a 11 años) , adolescentes (de 12 a 19 años) y adultos jóvenes (20 a 24 años) exitosos capaces de triunfar tanto en tiempos buenos como tiempos malos. Juntos, estos componentes fortalecen a las familias y aumentan la capacidad de los adolescentes de salir adelante por sí mismos. La relación entre los diferentes componentes es poderosa, y cada uno se apoya en el otro. También nuestra conexión con los demás nos enriquece para ser mejores de lo que podríamos ser solos.
La raíz de la conexión familiar
Amamos a nuestros retoños desde que nacen. Nuestra presencia, como padres y madres, es la raíz de su seguridad. Sin embargo, no es suficiente solo nuestra presencia física, sino también cómo vemos a nuestros jóvenes.
Ver a nuestros jóvenes como merecen ser vistos
Los adolescentes sienten la presión de “descubrirse”. Están trabajando para responder a la difícil pregunta: “¿Quién soy?” y a menudo son juzgados. Las escuelas, los equipos y otros grupos evalúan su desempeño. Los compañeros/as determinan si encajan o no. Esto puede ser estresante ya que los adolescentes se pueden sentir presionados a hacer lo que sea necesario para encajar. Sin embargo, cómo los ven sus familias forma la base de cómo se ven a sí mismos.
El que los padres y madres conozcan las fortalezas de sus adolescentes es profundamente protector. Nuestro amor les ofrece un sólido sentido de sí mismos. ¿Qué es el amor? Amar es ver a alguien como realmente es y cómo merece ser visto. Amar es diferente a “gustar”. Un padre puede amar a su adolescente y a la vez desaprobar su comportamiento. Está bien si no nos gusta todo lo que hacen nuestros preadolescentes y jóvenes. Amar es un proceso activo y reflexivo. Cuando otros definen de manera limitada el valor de nuestros adolescentes basado en su comportamiento, debemos recordarles que son esencialmente buenos. Debido a que los miembros de la familia también ven las fallas, notar lo positivo es aún más poderoso.
La forma en que muchos de nosotros fuimos criados, puede no haber sido el estilo de crianza más adecuado. En el pasado se creía que el autoritarismo era el mejor estilo de crianza. Sin embargo, después de décadas de estudios, sabemos que el ser padres y madres equilibrados es un estilo de crianza mucho más efectivo. Por eso, nos toca a nosotros terminar con un ciclo de crianza que infundía miedo en vez de promover confianza en sí mismo.
Crear un espacio seguro para expresar los sentimientos
Las personas resilientes pueden sentirse plenas, incluso cuando están incómodas. Experimentar emociones permite a las personas avanzar. Es en el hogar donde se establece la base de cómo sus adolescentes manejarán las emociones a lo largo de sus vidas. Es allí donde aprenden a sentir en lugar de reprimir los sentimientos. Es allí donde aprenden que experimentar emociones es un signo de fortaleza en lugar de debilidad. Es allí donde aprenden que la vulnerabilidad los fortalece.
«Estar en contacto con las emociones es esencial para construir la felicidad en la edad adulta, independientemente del género o las prácticas y creencias tradicionales. Los adolescentes deben aprender a mostrar sus emociones y no tener miedo de conectarse con sus sentimientos. Al hacerlo, aumentarán su capacidad para mantenerse física y mentalmente saludables.
Los adolescentes que crecen en hogares donde se sienten cuidados aprenden a cuidar. Aprenden a sentirse escuchados o a que los adultos hagan caso omiso a sus pensamientos y sentimientos. Decir algo como “Quiero entender mejor cómo te sientes. Cuéntame, para tratar de ayudar” puede hacer una gran diferencia. Este tipo de comunicación abierta y honesta fortalece las relaciones y hace que sea más probable que nuestros adolescentes acudan a nosotros en busca de apoyo. A veces, los problemas de nuestros adolescentes pueden parecer menores o exagerados, y podemos tener la tentación de decir: “Supéralo” o “No es gran cosa”. Sin embargo, cuando los menospreciamos o los descartamos de esta manera, los desalentamos a que vuelvan a nosotros y nos consideren como un recurso valioso. Por el contrario, debemos escucharlos y ser sensibles a sus sentimientos. Al hacerlo, nuestros adolescentes aprenden a escuchar sus propias emociones y se benefician al reconocer y expresar sus sentimientos.
Como padres y madres, debemos estar preparados para ser entrenadores emocionales de nuestros adolescentes. Si nos criaron para no mostrar nuestras emociones probablemente se nos hará más difícil. Sin embargo, podemos demostrar nosotros mismos el impacto positivo que proviene de expresar sentimientos. Eso requiere que estemos en contacto con nuestras propias emociones y nos demos un espacio para crecer junto a nuestros adolescentes.
Queremos que nuestros jóvenes se conecten con sus emociones. Hasta las emociones desagradables nos ayudan a movernos en el mundo con éxito. La ansiedad nos dice cuándo debemos ser precavidos. La tristeza nos recuerda lo que nos importa. La ira nos advierte que alguien ha violado nuestros límites y que es posible que tengamos que defendernos. Este es el tipo de autoconciencia que construye jóvenes seguros y capaces.
Crear lazos lleva esfuerzo
Hay muchas cosas que pueden interponerse en el camino para que la conexión con nuestros adolescentes sea ideal. No todos los padres y madres viven con sus adolescentes. Tenemos vidas ocupadas. A veces, el esfuerzo que hacemos para mantenerlos implica que tenemos menos tiempo disponible para ellos o ellas. Sus horarios también pueden volverse más ajetreados durante la adolescencia, dejando menos tiempo para nosotros. Finalmente, en este mundo cada vez más influenciado por la tecnología, nuestros adolescentes ocasionalmente pueden alejarse de la familia como la principal fuente de conexión.
La buena noticia es que lo que realmente importa es la calidad de nuestras conexiones, más que la cantidad. Cuando los jóvenes se sienten realmente escuchados, aunque sea por poco tiempo, eso tiene un valor fundamental. Considere tener una cena juntos todas las semanas, sin tecnología. O programe un evento (noche de juegos, una caminata semanal o un partido de fútbol) que indique claramente que este es “nuestro” momento. Si quiere que se entusiasmen por pasar tiempo juntos, déjelos elegir la actividad. Si no vive con su adolescente, la tecnología puede convertirse en su aliado. Utilice chats de video, correo electrónico, mensajes de texto o redes sociales para mantener, e incluso fortalecer, relaciones significativas a distancia. ¡Funciona!
Vínculos más allá de nuestras familias
En la infancia y la niñez temprana, los padres y madres son el centro del mundo de sus chiquitines y se siente bien. A medida que crecen, es fundamental que formen parte de un círculo cada vez más amplio. Los lazos con grupos educativos, comunitarios, espirituales, deportivos, recreativos y artísticos pueden aumentar su sentido de pertenencia.
El compromiso escolar es fundamental para el éxito académico. Las conexiones que se generan en la escuela con otros jóvenes, los preparan para el mundo laboral y, eventualmente, para encontrar compañeros/as para toda la vida. Además, otros adultos influyentes que conozcan en esos círculos pueden exponerlos a diferentes oportunidades en la vida.
También es importante que alentemos a nuestros adolescentes a forjar conexiones que construyan comunidades sólidas. Suele decirse que el futuro se construirá sobre caminos recorridos entre vecinos. Nuestro acercamiento a aquellos que pueden tener puntos de vista diferentes asegura nuestro crecimiento como raza humana. La raíz de la conexión en nuestras comunidades es bastante parecida a la de las familias sólidas: se trata de escuchar con respeto, empatía y ver a las personas con los mejores ojos, como merecen ser vistas.
¿Independencia o interdependencia?
Queremos que nuestros adolescentes crezcan y se conviertan en personas autosuficientes e independientes. Sin embargo, la independencia no significa aislamiento o desconexión. Nuestro objetivo debe ser la interdependencia entre generaciones.
Cuando honramos la creciente independencia de nuestros adolescentes en lugar de tratar de controlarlos, ellos eligen mantener conexiones cálidas y seguras con nosotros. El secreto está en mantener un vínculo sólido, incluso cuando nos alejan temporalmente mientras aprenden a valerse por sí mismos.